Mesopotamia
La figura de la mujer se encuentra implantada en algunas actividades sagradas. La diosa más importante fue Inanna, la cual era considerada la reina del cielo y de la tierra, señora de la noche y estrella de la mañana. Representaba el amor, la salud y el nacimiento. En los mitos mesopotámicos el sexo femenino era el que daba luz al mundo. Antes de que la población sumeria estuviese en decadencia, alrededor del año 1000 a.C., la mujer sumeria podía practicar la medicina, pero a partir de entonces, esta fue excluida de la sociedad y se desterró de la cultura de la diosa. Alrededor del año 1200 a.C., los daneses comenzaron a adorar a una nueva diosa, Nerthus, la cual aparece cogiendo una serpiente. A partir del año 500 a.C., comenzó a aumentar, otra vez, la influencia de las diosas y, las mujeres asumieron las funciones de adivinación y curación.
Egipto
Isis, la gran diosa de la medicina.
Nefritis y Neith, hermanas de Isis, protegías de los males que atacan a los mortales en la oscuridad.
Sekhmet era terapeuta y colocadora de los huesos, protegía del fuego y de las enfermedades.
Bes, diosa que protegía los lugares donde las mujeres daban a luz.
Hathor, diosa que alimentaba a los recién nacidos y curaba la esterilidad.
Ubastet, diosa comadrona.
Meskhenet, diosa del útero bicorne, que cuidaba de las piedras contra las que se apoyaba la mujer durante el parto.
Durante el antiguo Egipto, la medicina estaba ligada al culto religioso y las mujeres no quedaban excluidas de su práctica. Existían 3 categorías dentro de la profesión médica: sacerdotes (mediadores entre el enfermo y Sekhmet), médicos laicos y magos.
Como las causas de muchas enfermedades eran desconocidas, los primeros médicos confiaban en la religión y la magia, por esta razón la mayoría de las escuelas de medicina y centros terapéuticos estaban establecidos en los templos. Una de las mejores escuelas de medicina de Egipto, establecida en el Templo de Sais, estaba dedicada a la formación de médicas. En el papiro médico Kahoun (1850 a.C.) explica que en el templo de Sais se podía la siguiente inscripción:
“Procedo de la escuela de medicina de Heliopolis y estudié en la escuela de mujeres de Sais, donde las madres divinas me enseñaron a curar las enfermedades”.
Grecia
Al principio, en la mayoría de los pueblos griegos había mujeres y cirujanas a las que se permitía trabajar en los templos habilitados como hospitales. Pero, con el paso del tiempo, fueron viendo restringida su actividad, pues se postuló una ley que prohibía a las mujeres la práctica de la medicina bajo pena de muerte. Esta situación provocó grandes inconvenientes a las mujeres embarazadas antes y después del parto, ya que frecuentemente no querían ser asistidas por hombres, lo que en muchas ocasiones provocaba la muerte del feto o, incluso, la muerte de la madre. En la escuela pitagórica, hubo al menos 28 mujeres estudiantes y maestras. La más famosa fue Theano, a quien le han atribuido tratados de matemáticas, física y medicina. Pese a que los dioses relacionados con la medicina fueron principalmente hombres (concentrados, en la figura de Asclepio), también podemos encontrar deidades femeninas relacionadas:
- Artemisa. Dio su nombre a una planta medicinal. Protectora de mujeres (sobre todo, de las embarazadas) y niños y, a su vez, encargada de proporcionar una muerte dulce a las jóvenes que morían durante el parto.
- Atenea. Diosa titular de Atenas y de sus habitantes, a la que se encomendaban antes de empezar cualquier actividad.
- Higiea. De su nombre proviene la palabra “higiene”.
- Panacea. Relacionan su nombre con la medicina milagrosa capaz de curar todos los males.
Agnòdice
Hacia el siglo IV a.C. las mujeres tenían prohibido ejercer la medicina y, como resultados, muchas mujeres, reticentes a ser tratadas por médicos hombres, sufrieron muertes innecesarias debidas a partos complicados y problemas ginecológicos. Con tal de combatir la situación, una mujer ateniense llamada Agnodice se vistió de hombre y fue a estudiar medicina y obstetricia con Herófilo de Calcedonia, médico famoso y anatomista de Alejandría. Cuando acabó sus estudios volvió a Atenas y comenzó a ejercer la medicina todavía disfrazada de hombre. Era muy popular entre sus pacientes, pero otros médicos, que cada vez perdían más clientes, se confabularon contra ella y la acusaron de abusos sexuales contra las mujeres que atendía. Agnodice se desnudó delante de los jueces con tal de demostrar que las acusaciones eran falsas, y estos, viendo que había violado la ley que prohibía a las mujeres ejercer la medicina, la condenaron a la pena de muerte. Delante de esta situación, las mujeres de la ciudad se presentaron delante de los jueces y prometieron morir con Agnodice si ella era ejecutada, consiguiendo que, finalmente, no la ejecutasen. Además, se cambió la ley y, a partir de aquel momento las mujeres pudieron volver a ejercer la medicina.
Roma
Bona Dea, símbolo de la fertilidad, salud y longevidad. En los templos dedicados a ella sólo las mujeres estaban autorizadas a tratar a los enfermos.
Fortuna, diosa de las jóvenes que querían ser madres.
Corna, diosa de los órganos masculinos y femeninos internos.
Febris, diosa de las fiebres malarias. Se le dedicaron 3 templos donde los enfermos iban para ser purificados con hierbas amargantes y una dieta estricta.
Minerva, principal diosa de la salud.
Diana, suprema diosa curadora.
La mujer romana disfrutaba de una mejor consideración social que la griega. En esta época fueron reconocidos algunos derechos de la mujer, como la posibilidad de hacer estudios y practicar algunas profesiones, como medicina.
Siglos después de Pericles, en Roma las mujeres fueron aceptadas como médicas y algunas, incluso, consiguieron gran prestigio. Muchas de ellas escribieron tratados fundamentales, como Filista y Lais que fueron especialistas en obstetricia; Salpe, de Lemos, que escribió sobre las enfermedades de los ojos y, Metodora que lo hizo sobre el estómago, el útero y los riñones. Los tratados de Aspasia de Mileto - médica especialista en obstetricia, ginecología y cirugía que vivió en el siglo V a.C. - fueron los primeros escritos femeninos sobre anticonceptivos y abortos más importantes del siglo XI. Pese a que la mayoría de sus obras se perdieron, estas se conocían por las referencias de otros médicos que posteriormente hicieron alusión en sus tratados. Particularmente, Aetius (s. VI) la elogia en sus trabajos por sus conocimientos y procedimientos diagnósticos sobre la posición fetal y también por sus tratamientos de la dismenorrea. Aetius describió el método de Aspasia, que se caracterizaba por la aplicación de lociones calientes hechas con una preparación natural. Además de las recomendaciones postoperatorias, también prevenía el embarazo en mujeres para las que supusiera un gran riesgo y, descubrió métodos para inducir abortos, aparte de sugerir tratamientos para las malas posiciones del útero. También creó y dio instrucciones sobre una variedad de operaciones quirúrgicas para prevenir las varices del útero y las hernias. La obra de Aetius fue referencia para los doctores de finales del siglo XI, ya que apareció en las obras de Trota de Salerno. En los primeros siglos cristianos fue muy importante el papel de la mujer cristiana como sanadora y cuidadora. Cuidar de los enfermos se convirtió en la misión más trascendente de toda cristiana. Así, se formó un grupo de mujeres caritativas que dedicaron su tiempo en disminuir el sufrimiento y el hambre. A este grupo se le unió uno nuevo: las Matronas Romanas. Esta elite de la sociedad cristiana resultó en la consolidación de la siguiente institución: El Hospital para pobres. Las cuatro matronas más importantes que vivieron en Roma durante los siglos IV y V fueron; Marcela, profesora de este grupo de matronas; Fabiola, Paula y Eustaquia, que aprendieron los secretos de la enfermería.
Durante el siglo V y VI se fundaron muchos hospitales en manos de reinas como Clotilde de Burgundia, de la escolástica de Sant Benet y de la emperadora Teodora.
Hebreos
Encontramos referencias de mujeres doctoras en diversos escritos de la tradición judía, entre otros, el Antiguo Testamento, el Talmud y el Niddah. En estos dos últimos se mencionan operaciones de obstetricia realizadas por mujeres: embriotomías, cesáreas, partos de gemelos, etc. Pese a que no disponemos de fuentes arqueológicas que nos proporcionen el nombre de alguna de estas mujeres, podemos suponer que fueron numerosas en cada comunidad.
María la judía
Otra mujer importante en la historia de la ciencia y la medicina fue María la judía, que vivió en Alejandría entre los siglos I y II d.C. Inventó complicados aparatos de laboratorio para la destilación y sublimación de materias químicas y aportó elementos importantes para sostener las bases teóricas y prácticas de lo que posteriormente constituiría la química moderna. La influencia de sus invenciones ha llegado hasta hoy en día, ya que su máxima aportación a la alquimia occidental, el “balneum Marie” o, como nosotros lo conocemos, “el baño María”, sigue siendo una pieza esencial para el laboratorio científico-técnico y, también, para la cocina.
Edad Media
Al comenzar la Alta Edad Media, el ejercicio de la profesión médica permanece prohibido para la mujer y así seguirá, excepto ocasiones aisladas, hasta el siglo XIV – pero, por el contrario, la práctica de la obstetricia y las curas a niños en sus primeros meses, las encontramos ya, casi exclusivamente, en manos femeninas. En aquellos contados casos en los cuales la mujer ejerce la medicina, la realiza ya para su condición de miembro de una orden monástica o, por la circunstancia de ser esposa o hija de un médico famoso.
Una de las excepciones más importantes, que permitiría a la mujer acceder a la titularidad médica sin limitaciones es la Escuela Médica de Salerno. Se construyó en las proximidades del monasterio más famoso de la Edad Media: el monasterio benedictino de Forest Casino. Pero, afortunadamente, la proximidad del monasterio – la gran fundación de San Benito, germen de la cultura europea - influyó muy positivamente en el enfoque científico de la Escuela de Medicina sin condicionarlo por aspectos religiosos. Salerno será, pues, la primera escuela médica no regida por religiosos que “ocupó un papel crucial en la transición de la medicina monástica en la laica” (P. Donahue, 1985). Salerno se convirtió rápidamente, en el gran centro de conocimientos médicos de la Edad Media y, aun sufriendo saqueos, en 1194, por Enrique IV, seguirá, no obstante, ofreciendo enseñanza médica, hasta que, en 1811, fue, definitivamente, abolida por el general Murat. La Escuela de Salerno ofreció a la mujer con vocación médica dos importantes oportunidades:
Ser el primer centro que permite el libre acceso de la mujer a la formación médica y su titulación.
No limitar su campo de acción en las enfermedades de la mujer y la curación de los lactantes, sino ampliar el ejercicio de la medina general.
En un Salerno abierto a la vocación médica femenina, en seguida surgen los nombres de cinco mujeres expertas en el arte de curar: Trota de Salerno, Constanza Calenda, Rebecca Guarna, y Abella, musulmana, que simbolizaban, como en la fundación de Salerno, se juntaron los saberes de los judíos, árabes y cristianos.
Excepto en el caso de Trota, pocas noticias nos han llegado del resto de estas mujeres pioneras en la Medicina. Trota ocupa un lugar destacado en la historia de la Escuela de Salerno, concretamente en el campo de la ginecología y la obstetricia. Trota de Ruggiero (1110-1160) fue la autora del tratado más célebre de ginecología y obstetricia de la Edad Media: De Pasionibus mulierum curandorum davant, in, post partum.
La obra se imprime por primera vez en Estrasburgo en el año 1554 y, en esta edición, el texto aparece dividido en sesenta capítulos en los cuales Trota diserta sobre las diversas técnicas quirúrgicas y preconiza realizar una eficaz protección perineal en el transcurso del parto. No olvida tampoco a los lactantes, dando normas respecto al cuidado del niño en sus primeros meses de vida. Otra de las obras que se atribuyen a Trota es De Aegritudium curatione o de Ornatu mulierum. En esta última obra, Trota recomienda a las mujeres de su época cuidar de la higiene diaria, ejercicio físico regular, masajes con aceites y dieta equilibrada y saludable. Y completa estas recomendaciones con unas simples y curiosas recetas sobre cosmética femenina. Las enseñanzas ginecológicas de Trota de Salerno serán seguidas durante muchos años por la medicina de toda Europa, convirtiéndola en la mujer de mayor prestigio de la obstetricia y la ginecología de la Edad Media.
Protestificatio de Scivias, Fol. 1,
Facsímil de Eibingen
del códex de Ruperstberg.
Imagen: Wikipedia.org
Santa Hildegarda de Bingen (1098-1179) fue una abadesa alemana que vivió durante el siglo XII. Desarrolló una intensa labor religiosa, científica, artística y política; fundó dos monasterios y mantuvo correspondencia con reyes, emperadores y papas. Escribió diversos libros, algunos de ellos enciclopédicos, incluidos dos tratados sobre ciencia y medicina (Physica i Causae et curae). Durante toda su vida experimentó visiones que interpretó como una iluminación divina, que relató y plasmó en algunas de sus obras. Existe una relativa unanimidad respecto a la explicación de sus visiones, pues la mayoría de los autores le atribuyen solamente las auras migrañosas, epilepsia o el trastorno delirante, procesos que quitan grandeza a su persona y a su obra.
Conocida como Sibila del Rin, es la primera mujer de la que se han conservado sus tratados filosóficos y médicos. En estos, considerados monumentos de la medicina moderna, presenta una visión religiosa-mística del cosmos y del hombre, combinando de una manera, anticipada para su tiempo, conceptos de cosmología antigua y de la naturaleza, donde el hombre y el mundo forman un conjunto unitario en el que todo está relacionado. También considera que la enfermedad se basa en la interacción psíquica del organismo y que es penitencia de este mantenerse en el mundo después de haber cometido el pecado original y que el objetivo del médico es tener misericordia por los otros, ya que no puede curar lo que Dios ha impuesto al enfermo.
Corona de Aragón
En la baja Edad Media (siglos XII y XIII), la práctica médica necesitó profesionales con educación universitaria y, a excepción de algunas universidades italianas, las mujeres tenían prohibido el acceso. En el campo de la obstetricia se prefería a la mujer, pero, al estar excluidas, tuvieron que ceder sus conocimientos, aun manteniéndose en el puesto de comadronas. En la Corona de Aragón también sucedió como en el resto de Europa y las mujeres ejercían de comadronas. Sin embargo, las judías gozaban de más prestigio y al menos 5 de ellas fueron comadronas de la casa real, ya que eran muy solicitadas en las casas acomodadas.
Más adelante, Pere III el Ceremonioso, en la segunda mitad del siglo XIV, comenzó a conceder más permisos a mujeres para ejercer funciones sanitarias como médicas, comadronas, etc. Cardoner menciono los nombres de Ceti, médica judía de Valencia; Floreta Noguera, de Santa Coloma de Queralt; Bellaire y Plana, judías de Lleida; Reginó de Barcelona; y, Bonanada, comadrona valenciana.
Durante el reinado de Joan I, a finales de siglo XIV, conocemos los casos de Francesca, de Barcelona, Blanca, de Barcelona, y Ramona Deulofeu, de Valencia. En algún caso la autorización para ejercer se extendía a los partos, a prescribir medicamentos a embarazadas y parturientas, también a los niños y a los adultos. En 1407, en tiempos del rey Martí, estaba documentada, a raíz del inventario de sus bienes tras su muerte, Margarida Tornerons, cirujana de Vic. Más adelante, hay autorizaciones para Antònia de Santa Suffia, en 1420 y, otra mujer en 1460. En estos casos, cabe destacar que había autorización de ejercicio, pero no se menciona el tipo de titulación ni de formación más allá de la práctica.
Francesca de Barcelona (s.XIV). Médica, cirujana y comadrona
De todos los casos conocidos de médicas del territorio de la Corona de Aragón, el caso de Francesca de Barcelona es probablemente el más especial. De acuerdo con la documentación sabemos que Francesca ejercía la medicina y la cirugía desde hacía tiempo en Barcelona. Además, esta práctica la realizaba sin esconderse para que toda la población de la capital catalana pudiese solicitar sus servicios. Este hecho le comportaría, a principios de la década de 1390, los primeros problemas legales. Así, el 15 de agosto de 1392, el rey Joan I perdonó a Francesca el haber ejercido abierta, pública y voluntariamente el arte de la medicina y la cirugía en contra de las Constituciones de Cataluña, que prohibían ejercer este arte sin el debido examen y su aprobado, hecho que podía suponer un riesgo para la salud pública y el peligro del cuerpo. El rey ordena, asimismo, que no se la moleste por esta causa, pese a haberla desautorizado y no podía continuar con la práctica, además de imponerle una pena de 10 florines. Francesca pagó la multa e hizo caso omiso del dictamen que la inhabilitaba y siguió ejerciendo su profesión. Con el paso del tiempo, la médica se especializaría en dos campos muy concretos de la ciencia médica. Por un lado, en la asistencia y la curación de las embarazadas. Por otro lado, la curación de los recién nacidos y los niños, haciendo de pediatra. A finales de 1394, obtuvo su última mención. Gracias a un documento, se conoce de primera mano como había crecido la fama de Francesca, por lo que, no solo ejercería la medicina, también ejercería de cirujana. Francesca, pese a no haber estudiado en el Estudio General, pese a no haber sido examinada en Medicina, adquirió el máximo reconocimiento por parte del rey. Pasó de ser multada a ser una médica y cirujana reconocida, bajo la pena de 1000 florines de oro para todo aquel que intentase impedir su ejercicio.