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2. La creación literaria de Teresa de Jesús

01. TERESA DE JESÚS (1965). "Camino de perfección" (fragmento). [Roma] : Tipografia Poliglotta Vaticana.

OBRAS PRINCIPALES: UN BOSQUEJO

   Su “libro grande”, la obra con la que se inicia como escritora es el Libro de la vida; y, como han dicho los estudiosos, el modelo en el que se inspiró fueron las Confesiones de san Agustín, porque, leyéndolas, Teresa aprende a organizar su introspección, a expresarla; y sin embargo, la forma inicial del Libro de la vida no responde a la de esta obra, porque san Agustín habla siempre con Dios, sino a la lectura que hizo la santa de una “nonada” escrita en “grosero estilo”: La Vida de Lazarillo de Tormes, y de sus fortunas y adversidades, que iba a ser materia prohibida en el Índice.

   Teresa de Jesús escribe la primera autobiografía real –no ficticia– en lengua romance, y en ella inicia su hondo análisis de alma, que sabe expresar con suma plasticidad y de forma muy cercana. Parece que escribe como habla, pero no es así, como vemos al comparar su creación literaria con sus cartas; sino que, al escribir, piensa en las principales destinatarias de sus obras, las monjas, y quiere que la entiendan; no quiere lucirse con una prosa retórica, sino que quiere darse a entender con palabras expresivas, y para ello recurre a comparaciones que tienen su fuente en la vida cotidiana.

   Al mismo tiempo que el Libro de la vida, escribe el Camino de perfección, una obra sumamente didáctica, en donde expone cómo debe regirse la vida en el monasterio, que tan bien conoce ella: los peligros que en esa vida colectiva hay y cómo deben evitarse; y luego se centra en el medio para andar por ese camino hacia la perfección que es la oración. Su expresivo estilo estalla a veces en una viveza coloquial enormemente sugestiva.

   La creación literaria de Teresa de Jesús tiene un rasgo que le da unidad: la presencia de su yo en todas sus páginas, de tal forma que no solo el Libro de la vida es su autobiografía, sino que todas las demás obras nos aportan datos que la enriquecen, porque la escritora parte de su experiencia, de su vida espiritual y activa, de su sentir y su hacer, para dar forma a todos sus escritos.

   En el Libro de las fundaciones, que empieza el 25 de agosto de 1573, va a hablar de las fundaciones que lleva a cabo, es una crónica admirable de las dificultades que encuentra, de cómo actúa. Su escritura desborda los límites de su obra, porque sus crónicas son trozos de historia cotidiana, documentos esenciales para reconstruir la vida de su tiempo. Tendrá que interrumpir la tarea fundacional y su relato, como ella misma cuenta: “Antes que me viniese de Sevilla, de un Capítulo General que se hizo, adonde parece se había de tener en servicio lo que se había acrecentado la Orden, trainme un mandamiento dado en difinitorio, no solo para que no fundase más, sino para que por ninguna vía saliese de la casa que eligiese para estar, que es como manera de cárcel.”, Fundaciones, 27, 20.

   Cierra provisionalmente el libro en el capítulo 27 con la fundación de Caravaca. Pero con el tiempo tendrá materia para otros capítulos porque podrá fundar cuatro nuevas casas: en 1580, Villanueva de la Jara y Palencia; en 1581, Soria; en 1582, Burgos. Y da de todo ello cuenta en su libro, que solo se cierra con su muerte en octubre de 1582. Aunque ella se refiera a su última fundación, unas de sus últimas palabras sirven muy bien como colofón de esta obra y de su vida: “Y estando pensando en esto una vez, después de comulgar, me dijo el Señor: “¿En qué dudas?, que ya esto está acabado; bien te puedes ir”; dándome a entender que no les faltaría lo necesario”, Fundaciones, 31, 50.

   Pero años antes, en junio de 1577, el día de la Santísima Trinidad, Teresa había empezado a escribir en el monasterio de San José de Toledo un nuevo libro, que ella llamaría Castillo interior y que luego se conocería con el nombre de Las moradas del castillo interior. Creó una alegoría bellísima y muy original para expresar con claridad lo que quería decir: “… que es considerar nuestra alma como un castillo todo de un diamante u muy claro cristal, adonde hay muchos aposentos, ansí como en el cielo hay muchas moradas” (Moradas I 1, 1).

   Teresa va contando cómo el alma pasa de una morada a otra, hacia el centro, donde está el Señor; hasta que se desposa con Él en la última morada, la séptima, en el centro más interior. Y dirá al final del libro a sus destinatarias: “Considerando el mucho encerramiento y pocas cosas de entretenimiento que tenéis, mis hermanas, y no casas tan bastantes como conviene en algunos monesterios de los vuestros, me parece os será consuelo deleitaros en este castillo interior, pues sin licencia de los superiores podéis entraros y pasearos por él a cualquiera hora (Moradas VII 4, 20).

   Santa Teresa seguirá escribiendo, obedeciendo a sus confesores o atendiendo al ruego de las monjas de sus monasterios, como ella dice. Pero la escritura le sale de dentro, en prodigiosos análisis del alma, en obras didácticas y sumamente originales, como esa maravilla de creación alegórica que son las Moradas. Escribió las Meditaciones sobre los Cantares, Cuentas de conciencia, Exclamaciones, Constituciones, Visita de descalzas, avisos, poesías y muchas, muchas cartas…

 

1. Teresa de Jesús, escritora nata y ávida lectora1.   3.

 

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