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5. Cervantes y la imprenta

Parte1. Capítulo XVI. De lo que sucedió al ingenioso hidalgo en la venta, que él imagina ser castillo

CERVANTES CREÓ A DON QUIJOTE... GRACIAS A LA IMPRENTA

   Don Quijote, el caballero andante, nace de la cabeza del hidalgo don Alonso Quijano, como Atenea de la de Zeus. Pero esa creación es solo posible gracias a la imprenta. Sin la divulgación de las obras escritas que supuso ese extraordinario invento, el hidalgo manchego no hubiera podido tener tal biblioteca, no hubiera podido leer tantos libros de caballerías ni de pastores. Y, por tanto, sin la lectura que llena su vida, no hubiese sido posible su metamorfosis en ese loco genial que ha dado, da y dará horas de placer a los que lean sus aventuras. Todo ello lo digo pidiendo permiso a su creador –claro está–, al genial Miguel de Cervantes.
   La biblioteca de don Quijote es un mapa de lecturas para guiarse por el interior del héroe. El cura y el barbero solo comentan los libros que quiere Cervantes que vean, porque son esos los que orientan al lector para entender las acciones del caballero andante. De ahí la enorme importancia del espacio que dedica el cura a hablar con entusiasmo de Tirante el Blanco, el libro de caballerías preferido de Cervantes (el nombre de “la Mancha” en su héroe es antítesis del “Blanco”).
   Hay un dato especialmente significativo en el escrutinio de los libros: el último impreso que figura en él, El pastor de Iberia (1591), es ocho años anterior a la edición de la primera parte del Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán (1599), libro que no quiso Cervantes que leyera su héroe. El episodio de los galeotes apunta precisamente a ello porque don Quijote no sabe quiénes son ni entiende su jerga, y a la vez revela que sí lo había leído su creador.
   Cervantes al escribir su Don Quijote estaba compitiendo con esa primera novela picaresca, de enorme éxito; y ciertamente lo logró porque la gran popularidad de El Pícaro fue menguando con los siglos mientras las aventuras del caballero andante llegaban a todas las gentes del mundo, se hacían universales.
  Y si la creación del héroe solo es verosímil con la existencia de la imprenta, muchas de las aventuras de la Segunda parte solo existen porque anda impresa ya la primera parte y la han leído algunos de los personajes con los que se encuentra don Quijote.
   Así le anuncia al caballero andante el licenciado Sansón Carrasco la buena nueva de la difusión de la historia de sus grandezas escrita por Cide Hamete Benengeli y traducidas del arábigo al castellano:
 
"–Es tan verdad, señor –dijo Sansón–, que tengo para mí que el día de hoy están impresos más de doce mil libros de la tal historia; si no, dígalo Portugal, Barcelona y Valencia, donde se han impreso, y aun hay fama que se está imprimiendo en Amberes; y a mí se me trasluce que no ha de haber nación ni lengua donde no se traduzga."
 
   Fue realmente un profeta Sansón Carrasco, aunque en ese momento faltara a la verdad en los datos de las impresiones del Quijote (la de Barcelona es posterior).
  Tanto los duques, como don Antonio Moreno o las pastoras de la falsa Arcadia y su familia, ¡todos han leído ya la primera parte de las aventuras de don Quijote y Sancho! Y le crearán otras acordes a lo que el caballero andante espera vivir: es el teatro que representan personajes de la segunda parte y que caballero y escudero viven como realidad. El milagro debe atribuírselo por entero a la imprenta, aunque la genialidad de imaginarlo cabe solo en la cabeza de ese novelista único que fue Cervantes.
   No hay mejor recibimiento a don Quijote que el que se le hace en Barcelona, y en él se menciona la verdad de su historia y la mentira de la espuria:
 
"—Bien sea venido a nuestra ciudad el espejo, el farol, la estrella y el norte de toda la caballería andante, donde más largamente se contiene; bien sea venido, digo, el valeroso don Quijote de la Mancha: no el falso, no el ficticio, no el apócrifo que en falsas historias estos días nos han mostrado, sino el verdadero, el legal y el fiel que nos describió Cide Hamete Benengeli, flor de los historiadores."
 
   Lo sabían muy bien en la ciudad condal porque precisamente en una imprenta de Barcelona don Quijote se va a encontrar cara a cara con el libro mentiroso, con el libro donde dice que él ya no está enamorado de Dulcinea, con algo mucho peor que todos los gigantes con los que él ha creído enfrentarse: con la falsa Segunda parte de sus aventuras.
 
 
3. Cervantes, entre fracasos y en la cárcel4.   6.
 

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